Imágen... ellas y el cieloazzul encapotado de vino tinto.

Y después del tequila...

que no fue tequila sino vino tinto pero con los mismos efectos relajantes que el primero, viene la resaca, la promesa del nunca más y la dósis de colágeno para borrar las arrugas de la risa simplona, de los ojos borrachos y el desvelo en compañía.

Así mismo se vive la vida y se acaricia la grandeza de tener amigas para compartir no sólo la complicidad de un encuentro clandestino que se guarda entre los secretos que hemos de llevarnos a la tumba para sentirnos vivas, sino también para recordarnos siempre que entre la amistad y el siempre, hay una línea invisible que nos envuelve...

Mientras tanto, compartir la cena, la probadita del platillo elegido, el choque de las copas en un brindis por el hoy y los ausentes, las confesiones mil veces confesadas, el repaso del mismo evento de siempre, un nuevo nombre a la lista de los consuelos y la promesa no dicha de volver a repetir la velada cuando el bolsillo lo permita, significan uno de los pergaminos que se guardan en el corazón.

Ésta vez, mi hermana ha sido generosa completa, por que además de pagar la cena de las 4, también pasó a pagarme a mi una factura de sonrisas, ternura y reconciliación...

Y eso amigos mios, que además de haber tenido ya ese bálsamo a un día de sinsabores, me repletan ustedes el alma con sus abrazos, su presencia, su compañía, sus letras que extiendo a mis instantes gloriosos y me comprometen a resolverme nuevamente en pie de lucha...

Gracias a todos ustedes por regalarme el privilegio de su presencia y sentir...

Gracias por ser y estar...

Por comentar, por escribir, por leer, por el silencio y la sonrisa que me regalan.

Gracias Greis, Karina y Gaby por el tiempo en sonrisas y el desvelo compartido.

Los/las...

quiero mucho!

Cristina.