He soltado miles de pensamientos al aire, desprendiéndome de algunos instantes que había guardado en la memoria de mis ojos por pura inocencia.
He despedido con la amargura más tierna aquellos memorables segundos en que me creí infinita y perdurable en tus brazos.
He arrastrado hasta mis horas quietas todas las fantasías pendientes, aquellos sueños adormecidos y uno que otro reproche de lo desperdiciado y los he observado con una nostalgia dulce-amarga.
He peleado aguerridamente por los extremos de las emociones, entre las culpas y el perdón, entre el enojo y el beso, entre el silencio y lo proferido.
He cambiado mi piel cien mil veces, volviendo a vestirme con el olor de tus tiempos.
Intento comprender el mensaje de mis amaneceres, el evidente rastro que capturo cada mañana al despertar y pensar en ti ó en mí, - insisto, ya no se diferenciar entre los extremos-.
He cantado una y mil veces las canciones que me hacen no quererte, quererte de nuevo y mandarte al carajo con un te amo desgarrado, violento y enamorado.
Te he suicidado de mis emociones para en el primer segundo del duelo del olvido resucitarte a besos sin retorno y bautizarte con un credo que me invento.
Te sigo escribiendo, aún con la certeza de que no leerás éstas letras, que ni puta idea tienes de que en mis ratos desolados, no encuentro mejor manera de olvidarte, que escribiéndote.
Sigo creyendo en el cieloazzul que me amanece, sigo suspendida en un verso que me consuela, vuelvo a extrañarte y a escribirte, a cantarte y a odiarte, que más da.
Al final de todo, el amor se diluye y resbala...

Permaneciéndo-me