
Hay días en que uno se despierta sin más que el ánimo de cumplir con las obligaciones y compromisos de vida, con la simple intención de tener un día si no espectacular, sin sobresaltos ni malos ratos, con sonrisas de por medio y calma que anime.
Cuando mi padre murió, enfrenté un desmoronamiento de lo que siempre había sido, de un evento tan doloroso me quedó la sombra de la tristeza y la rebeldía en mis cotidianos, me abandoné a las lamentaciones, a los reclamos a mis propias creencias, me confronté una y mil veces contra las leyes de la naturaleza... como resultado, me estaba secando en vida. Comencé a perder esa característica tan mía que siempre me había distinguido entre los que me conocen y de ser una mujer llena de entusiasmo y alegría pase a ser un ente mecánico y obligado a conducirme por mis días con lagrimas y silencios.
Toqué fondo, supongo, por que aquella ocasión en que lloré 72 horas seguidas, comiendo, durmiendo, bañándome y andando entre mis cotidianos sin poder parar de llorar hasta perder conciencia de la razón de mi llanto hasta que mi esposo un poco desconcertado me llevó con un médico que me inyectó no se que cosa que me hizo dormir por 24 horas seguidas, para despertar con un tratamiento antidepresivo.
No fue fácil, 6 meses comprometida a una pastillita que me permitía llorar pero sin tanto ahogo, me permitía dejar de llorar cuando consideraba suficiente y sobre todo me quitaba ese terrible dolor que me apretaba el pecho y me ahogaba en desesperación.
Decidí no ser dependiente de mis emociones, decidí retomar el control de mi vida y de mi esencia, no sería fácil, sobre todo por que mi amadísimo Padre ya no estaría más nunca presencialmente conmigo, pero tenía la certeza de que valdría la pena cualquier intento que yo hiciera por rescatarme y devolverme entera a mi familia.
Así que, comencé a llenarme de instantes grandiosos, comencé a intentar llevar una vida repleta de armonía, hice de todo, reiki, talleres de oración, masajes holísticos, aromaterapia, terapia de lectura, clases de trabajos manuales, ejercicio, oración a los ángeles, etc... No sé cual de todas mis ocupaciones me ayudó, lo que si sé, es que aprendí una nueva manera de reconstruirme y restaurarme, poco a poco logré establecer nuevas metas, modificar comportamientos, conductas, emociones y hábitos... simplemente me comencé a sentir mejor, sobre todo con la potestad sobre mis emociones y sentimientos, como resultado, me dediqué a disfrutar del darme en completa armonía, ser quien soy para verme reflejada en el otro, trabajar sobre mis valores como persona y de esa forma esperar resultados bondadosos hacia mi desempeño en la vida.
Recuperé a mis amigas de toda la vida, a las que había abandonado por estar en llanto constante, recuperé el control en mis actividades profesionales, recuperé a mi familia que ya se había habituado a mis constantes ausencias por llanto, recuperé a la Cristina que tanto me quiere.
Pero carajo, cuando uno vive buscando la armonía, cuando uno se despacha sendos rituales para alcanzar equilibrio, cuando uno se encomienda a todos los santos certificados y los no tan santos para que el día sea por lo menos
"normalito" y te topas con pedazo de calabaza en tu camino que con tan mala suerte trabaja en tu centro de trabajo y para colmo resulta ser tu Jefe inmediato, todos los recursos celestiales se desparraman entre las rabietas y los impulsos.
Y eso... que hoy, después de un tiempo me he vuelto a reencontrar con mis demonios, aquellos que más de muchas veces me han enseñado a sacar las uñas, los dientes y las patadas voladoras, aquellos demonios que me han servido para enfrentar confrontaciones estériles con personas que van por la vida como los pajaritos maleducados, "cagando a diestra y siniestra".
Demonios que son mitad ángeles, mitad joputas, y que después de brotarme por la boca, el pecho y el cuerpo entero me dejan en un llanto de rabieta e impotencia... ( y todo por no matar a sangre fría)... y después me hacen pasar toda la mañana llorando a moco suelto, mientras mis pequeñitos que apenas si están dejando de llorarle a mami me consolaban diciendo.." queles a mami, no lloles, ya, ya, ya.." y yo, con mis contradicciones, mi rabieta, mi impotencia.
Y todo por que hay personas que desempeñan responsabilidades que exigen mucho más que portar un puesto de jerarquía en el que la incompetencia y la ignorancia se refleja en absurdos y desorbitadas pendejadas.
Perdonen... pero si no escribía y ordenaba y vomitaba el resto de mi rabieta no podría irme tranquila a disfrutar de una velada con mi hermana que promete un tequila... o dos...
Los quiero ...
Cristina
Pd. Úrgeme un Abrazo apretado... úrgeme!!!