Carta que no has de leer...

Algún día, de cualquier año...

Querido amor…

Hoy, cuando los días se parecen a los años, cuando los besos se parecen a los caramelos añejos de la tiendita del barrio, cuando las caricias se han convertido en monumentos de piedra y el ánimo de volverte a ver una sentencia de cuentos de hadas, me encuentro frente al espejo que me guarda como una sombra sin ojos.…
Ayer , que es como decir años atrás, no tenía éste sombrío reflejo que hoy me oculta, tampoco ésta gravedad que ha borrado la resbaladilla por donde una gota de sudor con tu aroma resbalaba con la sonrisa de vértigo hasta perderse en la alberca que mi ombligo se volvía.
El tiempo se multiplica cuando la ausencia se hace vieja, es como una maldición no tenerte, no volverte, no vivirte.
Y entonces pienso, por que a pesar de los días que parecen años, mi mente se resiste a matar lo aún vivo, se resiste a dar por olvidado aquello que perdura como un antídoto salado y se rebela a proclamarse perdedor.
Hoy, que desperté con las ganas de tenerte, con la urgencia de escucharte, con la necesidad de besarte me encuentro con un silencio que me obliga y paraliza, olvidé el trayecto que me llevaba a tus ojos, olvidé los secuestros que de tus horas hacía, olvidé incluso el nombre con que te invocaba y hasta la combinación del cofre en el que guardamos todas las excusas para no caer en el delito.
Por eso pienso, para obligarme a recordar y a traer de nuevo a mí ahora, todo aquello que te extraña.
Como te decía, hoy, que los días se me vienen encima, que el inevitable adiós se revuelca de contento, que mi orgullo se conmueve de si mismo y tu aroma se me desparrama por entre mis lamentaciones, es que te escribo, segura que tus ojos no han de acariciar éstas letras que son ahogos, éstas líneas que son pura rabieta y estas ganas de decirte cuanto te extraño sin que lo sepas, Dios me libre de que te enteres!!!, por que la dignidad es una y la putería otra.
Hoy que te escribo con la intención de que no te enteres, es que me atrevo a confesarte, que todas las tardes que tu boca me proclamó tuya, que tus besos me vistieron de fiesta y antojo, que tu sexo me bautizó con mil nombres y que tu música me bailó por entre los bostezos de las noches, fui tremendamente feliz, el haberme atrevido a sortear los peligros y el haberme dejado atrapar en tu muralla de palabras y promesas me permitió cruzar los continentes de mi propio mundo y me mostró que la vida es, cuando se comparte.
Como sé que ésta carta no has de leerla, no tiene caso desearte que seas muy feliz, ni decirte que deseo con toda mi alma que encuentres un universo propio y perpetuo, recordarte que tienes todas las capacidades y grandezas para triunfar y alcanzar triunfos y abundancias.
Tampoco tiene caso recomendarte que la próxima vez que tengas un amor entre tus días, le guardes y procures como si de tu propia vida se tratara, que la llenes de respeto y amor, de majestuosa presencia y de verdades sencillas, que se puedan cumplir , me entiendes?
Bueno, no tiene caso tampoco que me despida, que te diga que te quedas en mi, que te guardo como el sol que alumbró mis días, como el cielo que pobló mi mundo, como el beso que me proclamó reina y el instante que me alargó la dicha.
No me quedo con ningún te amo, todos los agoté en tu boca, no me quedo tampoco con ninguna lagrima que tragar, todas las dejé en tu pecho, con lo único que me quedo es con tu esencia que me perfuma el recuerdo y me mantiene en alerta para no desvariar.
Quizá algún día éstas letras te alcancen mientras duermes o mientras recuerdas que alguna vez mi yo te ha de pertenecer, ya no importa.
Hasta siempre, por si caso.